4 de agosto de 2010
Hoy me siento la mamá más exitosa del mundo!!! Y no es que mi hija de año y medio haya comenzado a recitar con suma corrección un poema de Neruda ni que haya abandonado el tarareo de sus canciones para reemplazarlo por rítmicas estrofas creadas por su linda cabecita y acompañada de precisas notas musicales arrancadas con mucha facilidad de su colorido xilófono.
No señoras y señores nada que ver, ella sigue siendo una bebe en constante crecimiento y por ende en creciente descubrimiento del mundo y de sus posibilidades pero yo hoy por hoy me siento la mejor mamá del mundo porque he logrado reeducarla.
El asunto es el siguiente: mi hija duerme en su cuna ubicada en su propio cuarto desde los tres meses de nacida pero desde hace algunos meses cuando la niña de mis ojos se despertaba en medio de la noche porque se enredaba con las sabanas, se chocaba con los bordes de su cuna, se sobresaltaba por algún mal sueño, se desabrigaba o simplemente se le ocurría y comenzaba a quejarse, mi esposito o yo nos arrastrábamos fuera de nuestra cama para arreglar las sabanas, mover los barrotes, consolarla, abrigarla o atenderla pero, porque siempre hay un pero en los cuentos, estábamos ultra cansados y la nena no tenía ganas de volver a dormir así que terminábamos llevándola a nuestro cuarto donde luego de mimarla la princesa volvía a dormir y a la mañana siguiente una hermosa y sonriente niña despertaba entre nosotros, en nuestra cama, y comenzaba a cantar alegre y feliz por que lo primero que sus ojitos habían visto era a sus amados padres.
Había intentado varias cosas pero al final el cansancio siempre primaba y el asunto comenzaba a volverse costumbre, mi hija comenzó a abrir los ojos y tocar a un lado y otro para “comprobar” que allí seguíamos lo cual me convenció de que habíamos llegado a un punto de no retorno y ya me alucinaba con mi hija de diez años durmiendo en mi cama y con una gran dependencia afectiva de sus padres.
Entonces resolví buscar el origen del problema: ¿era mi hija un pequeño monstruo? ¿era ella una tirana? Me asombró encontrar en Internet un montón de casos como el mío de hijos de diferentes edades que ocupaban espacio en la cama de sus padres y ninguna solución a la vista solamente líneas pidiendo auxilio al ciberespacio.
Para mi el problema no era mi hija, el problema éramos sus padres, porque fuimos nosotros los que permitimos que ella durmiera en nuestra cama, fuimos nosotros los que noche tras noche ante su fastidio nocturno recurrimos a llevarla a esa suerte de paraíso que era la cama paterna. Entonces la primera conclusión era que debíamos atacar el problema, es decir, debíamos cambiar nosotros, los padres, para así solucionarlo.
Como lo he repetido el principal factor que nos empujo a esta situación fue el cansancio que naturalmente todo ser humano trabajador siente de noche; por lo que me dije a mi misma que mi cansancio no podía estar de manera alguna sobre el bienestar de mi hija así que luego de convencerme de que primero era ella y después yo, pase a la segunda fase del plan: “operativo de reeducación”.
El asunto era muy simple, por lo menos en planteamiento, cuando mi princesa despertaba por la noche, buscando ser llevada a la cama de sus amados padres, yo la abrazaba y mimaba explicándole que no la llevaría porque ese era su cuarto y esa su camita y nosotros estaríamos cerca pero no debíamos dormir en la misma cama. Mi hija entendió perfectamente mi punto, porque mi hija es muy perceptiva, y se reveló contra él con toda la energía que su cuerpecito tenía: gritando, llorando y pataleando con desesperación, lo cual me llevo a sentirme un tanto culpable pero no me hizo desmayar en mi intento.
Seguí conversando con ella explicándole las bondades de su cuna, acariciándola y cantándole hasta que se fue convenciendo de que esta mamá no era la misma mamá de la noche anterior, que esta mamá no cedería a los gritos ni sollozos, esta mamá era una mamá firme que sabía lo que era mejor para ella y que no dejaría que se hiciera su voluntad, esta era la mamá que mi hija necesita una mamá que desde chiquita establece los límites y los sostiene. Mi princesa se durmió en mis brazos y luego suavemente fue depositada en su cuna.
La segunda y tercera noche se repitieron los llantos y gritos pero al final la pequeña princesa pidió ser metida en su cuna, los días que vinieron hubo menos llanto, mas serenidad, menos pedidos de ser llevada a otro cuarto y más pedidos de estar en su propia cuna.
Los últimos días la niña esta acostándose en su cuna y luego del correspondiente cuentito va quedándose dormida mientras quienes la amamos velamos su sueño y podemos retirarnos a nuestros aposentos. Eventualmente durante la noche vuelve a despertarse y llama a su mamá que se presenta a su lado para ayudarle a acomodar sus sabanas, abrigarla debidamente o cambiarle el pañal si es necesario mientras le repito que la amo mucho mucho.
El operativo duro siete días continuos, y en realidad me anime a llevarlo a cabo porque oí en la tele a una psicóloga, que lamentablemente no se como se llama, que los niños adquieren costumbres por la repetición de las cosas durante una semana con lo cual me convencí de que si era constante durante una semana conseguiría mi objetivo.
Los que tienen hijos comprenderán porque me siento tan contenta, los que no espero que no tengan que pasar por un operativo como el mío pero les garantizo que para todo lo que tiene que ver con los bebes una palabra clave es la “rutina”, si necesitan ayuda se darán cuenta que para los niños es muy importante y básico establecer rutinas: para jugar, para comer, para dormir, para hacer casi todo, eso les da seguridad y permite que no se sientan ansiosos. Ya verán cuando tengan hijitos. Buena suerte a todos.
No señoras y señores nada que ver, ella sigue siendo una bebe en constante crecimiento y por ende en creciente descubrimiento del mundo y de sus posibilidades pero yo hoy por hoy me siento la mejor mamá del mundo porque he logrado reeducarla.
El asunto es el siguiente: mi hija duerme en su cuna ubicada en su propio cuarto desde los tres meses de nacida pero desde hace algunos meses cuando la niña de mis ojos se despertaba en medio de la noche porque se enredaba con las sabanas, se chocaba con los bordes de su cuna, se sobresaltaba por algún mal sueño, se desabrigaba o simplemente se le ocurría y comenzaba a quejarse, mi esposito o yo nos arrastrábamos fuera de nuestra cama para arreglar las sabanas, mover los barrotes, consolarla, abrigarla o atenderla pero, porque siempre hay un pero en los cuentos, estábamos ultra cansados y la nena no tenía ganas de volver a dormir así que terminábamos llevándola a nuestro cuarto donde luego de mimarla la princesa volvía a dormir y a la mañana siguiente una hermosa y sonriente niña despertaba entre nosotros, en nuestra cama, y comenzaba a cantar alegre y feliz por que lo primero que sus ojitos habían visto era a sus amados padres.
Había intentado varias cosas pero al final el cansancio siempre primaba y el asunto comenzaba a volverse costumbre, mi hija comenzó a abrir los ojos y tocar a un lado y otro para “comprobar” que allí seguíamos lo cual me convenció de que habíamos llegado a un punto de no retorno y ya me alucinaba con mi hija de diez años durmiendo en mi cama y con una gran dependencia afectiva de sus padres.
Entonces resolví buscar el origen del problema: ¿era mi hija un pequeño monstruo? ¿era ella una tirana? Me asombró encontrar en Internet un montón de casos como el mío de hijos de diferentes edades que ocupaban espacio en la cama de sus padres y ninguna solución a la vista solamente líneas pidiendo auxilio al ciberespacio.
Para mi el problema no era mi hija, el problema éramos sus padres, porque fuimos nosotros los que permitimos que ella durmiera en nuestra cama, fuimos nosotros los que noche tras noche ante su fastidio nocturno recurrimos a llevarla a esa suerte de paraíso que era la cama paterna. Entonces la primera conclusión era que debíamos atacar el problema, es decir, debíamos cambiar nosotros, los padres, para así solucionarlo.
Como lo he repetido el principal factor que nos empujo a esta situación fue el cansancio que naturalmente todo ser humano trabajador siente de noche; por lo que me dije a mi misma que mi cansancio no podía estar de manera alguna sobre el bienestar de mi hija así que luego de convencerme de que primero era ella y después yo, pase a la segunda fase del plan: “operativo de reeducación”.
El asunto era muy simple, por lo menos en planteamiento, cuando mi princesa despertaba por la noche, buscando ser llevada a la cama de sus amados padres, yo la abrazaba y mimaba explicándole que no la llevaría porque ese era su cuarto y esa su camita y nosotros estaríamos cerca pero no debíamos dormir en la misma cama. Mi hija entendió perfectamente mi punto, porque mi hija es muy perceptiva, y se reveló contra él con toda la energía que su cuerpecito tenía: gritando, llorando y pataleando con desesperación, lo cual me llevo a sentirme un tanto culpable pero no me hizo desmayar en mi intento.
Seguí conversando con ella explicándole las bondades de su cuna, acariciándola y cantándole hasta que se fue convenciendo de que esta mamá no era la misma mamá de la noche anterior, que esta mamá no cedería a los gritos ni sollozos, esta mamá era una mamá firme que sabía lo que era mejor para ella y que no dejaría que se hiciera su voluntad, esta era la mamá que mi hija necesita una mamá que desde chiquita establece los límites y los sostiene. Mi princesa se durmió en mis brazos y luego suavemente fue depositada en su cuna.
La segunda y tercera noche se repitieron los llantos y gritos pero al final la pequeña princesa pidió ser metida en su cuna, los días que vinieron hubo menos llanto, mas serenidad, menos pedidos de ser llevada a otro cuarto y más pedidos de estar en su propia cuna.
Los últimos días la niña esta acostándose en su cuna y luego del correspondiente cuentito va quedándose dormida mientras quienes la amamos velamos su sueño y podemos retirarnos a nuestros aposentos. Eventualmente durante la noche vuelve a despertarse y llama a su mamá que se presenta a su lado para ayudarle a acomodar sus sabanas, abrigarla debidamente o cambiarle el pañal si es necesario mientras le repito que la amo mucho mucho.
El operativo duro siete días continuos, y en realidad me anime a llevarlo a cabo porque oí en la tele a una psicóloga, que lamentablemente no se como se llama, que los niños adquieren costumbres por la repetición de las cosas durante una semana con lo cual me convencí de que si era constante durante una semana conseguiría mi objetivo.
Los que tienen hijos comprenderán porque me siento tan contenta, los que no espero que no tengan que pasar por un operativo como el mío pero les garantizo que para todo lo que tiene que ver con los bebes una palabra clave es la “rutina”, si necesitan ayuda se darán cuenta que para los niños es muy importante y básico establecer rutinas: para jugar, para comer, para dormir, para hacer casi todo, eso les da seguridad y permite que no se sientan ansiosos. Ya verán cuando tengan hijitos. Buena suerte a todos.
posted by Coralí at 7:18 p.m. |
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